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Historia de un amor turbio

Un poco, sí, señora.

—No es nada; yo, á veces, siento asi. Pero debería cuidarse un poco más. Vd. es muy desarreglado.

A Rohan, que sentía aún el gordo dedo de la madre hundiéndole á la fuerza en la garganta su comida, que siendo ofrecida por ella no debía él desdeñar, le hizo rabiosa gracia el consejo. Sacó una silla al balcón y se sentó.

Adentro, conversaron un rato y después de un momentáneo silencio, se levantó la voz de Lola. Cantaba Ideale, y su hermana la acompañaba. Su voz no era expresiva y aún ajustaba medianamente. Pero como todo lo que ella hacía, su canto tenía para Rohan una legítima seducción; voz de muchacha que no se esfuerza por teatralizar y que por esto mismo está llena de sinceridad y sugestión.