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Historia de un amor turbio

yaba en la almohada, la arteria golpeaba repercutiendo en su cerebro blando y dolorido, como si se dilatara y contrajera á cada pulsación.

A la hora cesaban; el cuerpo entraba en franco calor y se sentía bien. Pero entonces la cabeza se le iba. Parecíale que la cama descendía por un plano inclinado á abismos remotos, sin roce alguno. Un momento después volvía á subir con silenciosa é infinita rapidez, empleando en la ascensión miles de años. En otros momentos, la cadencia monótona de la canilla que goteaba en el corredor cobraba ritmos vertiginosos, precipitándose hasta retumbarle su ruido en la cabeza ó retardándose todo el tiempo necesario para sufrir la angustia de esa infalible gota.

Sobreveniale en pos de esto una sensación de disgregación síquica, por la que dejaba de estar ya en su cuerpo. Su espíritu, arrojado fuera, flotaba en la atmósfera del cuarto, des-