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Historia de un amor turbio
detuviéronse en grupo y la familia entera saludó á sus vecinas, también en la verja.
Rohan estaba de espaldas á la calle.
—Pero Rohan, salude á las de enfrente!le dijo Mercedes rápidamente y en voz baja, sin dejar de inclinarse y sonreír aún.
—Oh!, no tengo ganas!—respondió aquél fastidiado. A pesar de las instancias de Mercedes para que se quedara, fuése enseguida á la estación. Abrióse camino un poco brutalmente entre los tercetos y cuartetos del brazo que colmaban el andén, subió en el primer tren que pasó, tiró el sombrero al lado, recostó la cabeza y cerró los ojos, hundiéndose amargamente en su derrumbe total, porque comprendía que después de lo que había dicho no le era posible ya recomenzar jamás.