Página:Historia de una anguila y otras historias.djvu/148

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página ha sido corregida
142
ANTÓN P. CHEJOV

—¡Qué hermoso animal!—pensé—. ¿De quién será?

Volví la cabeza. El perro estaba parado a unos diez pasos y me contemplaba sin apartar los ojos. Nos quedamos así algunos momentos observándonos mutuamente; en fin, el perro, halagado por mi atención, acercóse a mí meneando el rabo...

Yo seguí mi camino; el perro detrás.

—¿De quién será? ¿Cómo ha venido a parar al bosque?

Yo conocía a todos los propietarios de la comarca, y sabía que ninguno de ellos poseía un perro semejante. ¿Cómo había venido a parar a este bosque, a un camino por donde no pasaba nadie y que sólo utilizaban los leñadores? Me repetí que no podía haberse extraviado, porque no era un camino para personas poseedoras de perros de lujo.

Sentéme en un tronco a descansar, y entretanto examinaba a mi compañero, que se había echado frente a mí y clavaba su vista en mi rostro... Miróme largo rato sin pestañear. No sé si bajo el influjo del silencio que me rodeaba, o por el cansancio que me deprimía, sentí un malestar extraño ante la mirada fija de aquel perro para mí desconocido. Me acordé de Fausto y de su bull-dog, y de que las personas nerviosas suelen tener alucinaciones a consecuencia de una gran fatiga. Me levanté bruscamente y proseguí rápido mi ruta. El perro detrás...