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Página:Historia de una anguila y otras historias.djvu/198

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ANTÓN P. CHEJOV

sueldo entre sus compañeros necesitados; acabamos de oír las lamentaciones de los huérfanos y de las viudas que vivían de su limosna. Consagrado a su deber y a las obras benéficas, no pensaba en distracciones ni en las alegrías domésticas, prefiriendo permanecer soltero. ¡No tendremos nunca un compañero más leal! Paréceme que veo ante mí su rostro afeitado, su sonrisa bondadosa, que oigo su dulce voz. ¡Descansa en paz, Prokopi Osipovitch! ¡Reposa tranquilo, noble trabajador!»


Zapoikin continúa su discurso, sin advertir que en el auditorio se miran unos a otros con muestras de asombro. Su discurso gusta a todos, hasta hacer verter algunas lágrimas; pero muchas frases causaban estupefacción. Primeramente, porque al difunto se le designaba por Procopi Osipovitch, siendo así que su nombre era Kiril Ivanovitch; en segundo lugar, porque era sabido de todos que el difunto pasó su vida batallando con su legítima esposa, y por esa causa no se le podía llamar soltero; en fin, porque disfrutó de una gran barba bermeja y no se afeitaba desde que tenía uso de razón, y no se comprendía que se hiciese alusión a su rostro afeitado. Los auditores, extasiados, hablan en voz baja y se encogen los hombros.


«¡Prokopi Osipovitch!—continúa el orador—, tu cara no era hermosa, más bien era fea; te-