ro de vaxa mar apenas pescaron catorze pies de fondo, de tal suerte, que la popa de la Concordia se sentó en unos arrecifes: favorecióles la tranquilidad que gozaba el mar y un suave viento que soplara por el Este, que si saltara el Occidental sin duda ubiera peligrado. Mexoráronse a estacion mas segura, limpiaron y dieron carena a los vageles, y hizieron leña y aguada y provision de pescado y paxaros niños, y estando ya para proseguir el viage, perdieron el Patache con un impensado incendio, procedido del beneficio de la carena; salvaron la gente, artilleria y otros pertrechos.
Dexaron este puerto a treze de enero de 1616, y a diez y ocho dieron vista a las islas Sebaldinas, y passándolas, tiraron al sur. A veinte tomaron altura en cincuenta y tres grados, apartados de la tierra de Magallanes casi veinte leguas: ya en aquel parage vieron muchas yerbas marinas y notaron que las corrientes iban con estraña raqpidez y violencia hazia el poniente del mar del sur. Y a veinte y cuatro descubrieron tierra en cincuenta y cuatro grados y cuarenta y seis minutos. Descuéllanse tres altissimas cumbres de tres cerros cargados de nieve y se prolongan hazia el oriente. El dia siguiente se les manifestaron por el occidente otra línea de empinados montes nevados, y unos y otros se dividian con una anchurosa quebrada, y por ella vieron ir y venir numerosas tropas de Ballenas, Hibartes y varios monstruos marinos que a cada paso se encontraban con la nave y la ponian en contingencia de volcarla. Las corrientes se deslizaban con videntissima rapidez y fragoso mormullo hazia el sur, de donde infirieron que por allí estaba el camino que buscaban para el mar Austral.
Apercevidos de esta congetura, entraron con mucha atencion y desvelo con la sonda en la mano y allaron en lo mas profundo cuarenta brazas de buen fondo, arenoso y limpio, y las riberas rasas y de arena gruesa, muchos pinguines y pescado, aunque en la tierra se levantava arboleda. Entre una y otra punta midieron distancia de ocho leguas de latitud: a la oriental llamaron de los Estados, y a la occidental el pais de Mauricio de Nasau. Continuaron la navegacion, costeando por aquella avertura, en donde reconocieron y demarcaron muy seguros puertos. Y aviendo gastado en esto un dia natural y navegado ocho leguas a lo largo de la costa, entraron en el anchuroso y gran Mar del Sur, llamado por otros el mar Pacífico, forzejando contra las corrientes, que las dos mares chocaban con tanto ímpetu, que se lebantaba y encrespaba el escarceo por encima de la proa, y retardaban el curso del Vagel contra el mas reforzado viento.
Increible fué el regocixo que todos recivieron por aver allado tan afortunadamente un nuevo y fácil Estrecho, de ninguno hasta entonces navegado, aunque de muchos y famosos cosmografos Españoles ingeniosamente congeturado: entre las demas demostraciones de alegria con que aplaudieron la hallada del nuevo transito, fueron tres raciones de generoso vino que dieron aquel dia a cada uno, que en region tan fria serian de singular utilidad y recreacion para la salud, y desaogo del corazon. Confirieron en público concurso de soldados y marineros con que nombre ilustrarian aquel Estrecho, y aunque conocieron, que con mejor derecho y méritos se debia perpetuar el apellido de Escouten, pues era el cabo principal de la empresa y el mas diestro y sabio en el arte nautica, con todo eso prevalecieron las instancias e intelligencia de Jaime Le Maíre, y assi le comunicaron su nombre, el qual persevera hasta estos tiempos en las his-