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VIII
ADVERTENCIA

(febrero de 1860), de escribir una carta confidencial a su distinguido amigo i maestro don Salvador Sanfuentes, secretario jeneral a la sazon de la Universidad, a fin de que empeñase a este cuerpo en tan valiosa adquisicion. Pero sea a causa de su mala salud o por el desencanto natural de los que cultivan las letras en Chile, omitió aquel funcionario dar paso alguno, de tal suerte que no se tuvo noticia de aquella carta crítica sino por haberla hallado su albacea entre los papeles del malogrado secretario jeneral. Alguien la entregó a la prensa por este acaso, publicándola en el tomo 3.° de la Revista del Pacífico. La carta tenia fecha de Lima, febrero 23 de 1860.

Desairado en aquel patriótico empeño ante el mas alto cuerpo intelectual del pais, el dueño actual del manuscrito no desmayó en su teson, i al contrario, lo sostuvo a tal punto, que siendo miembro de la Cámara de Diputados, propuso, en la sesion de 15 de diciembre de 1868, que lo adquiriera la nacion por un voto especial del Congreso, asignandose para ese objeto una suma competente. Pero se opuso un honorable diputado, i la votacion se perdió por siete votos (28 votos contra 21). Los votos negativos de mayoría habian sido en esta ocasion, segun se ve, tantos como los pecados capitales.

Otro honorable i discreto representante, aficionado ademas a libros de América, declaró, al tiempo de negar su voto, que lo hacia solo porque estaba en su noticia que un lord ingles habia comprado el manuscrito, lo que equivalia a decir que el último era ya invendible e incomprable.

Sin descorazonarse por esta nueva, que felizmente resultó inexacta (i que habia sin duda tomado oríjen en los propósitos de publicidad que muchos años ántes tuviera lord Kingsborough), apénas el director de la presente publicacion hubo llegado a Paris, en una tercera jornada por el viejo mundo, a principios de 1870, púsose en comunicacion con el bibliófilo Salvá, hijo, ya mui anciano, achacoso i tan adicto a sus mamotretos, que solo de mal humor i con epístolas desabridas se prestó al fin a enajenarlo, resistencia que talvez era en él secreto oresentimiento, pues apenas lo hubo vendido se murió [1].

  1. El último poseedor europeo del manuscrito del padre Rosales manifestó desde el primer momento poquísima voluntad de enajenarlo, i así escribia al señor Vicuña Mackenna desde Valencia el 4 de abril de 1870, contestando a su primera carta en que reanudaba las negociaciones iniciadas hacia ya once años, lo siguiente:—"Crea usted, mi señor, que si lo vendo por el precio que exijo (doce mil reales de vellon), lo hago pura i esclusivamente por compla-