aunque creia en todos los milagros, aun en los mas inverosímiles, era un intelijente i asiduo administrador práctico de las cosas terrenales de la órden.
Sábese tambien que por esa época acompañó al presidente Mujica, de quien fué íntimo amigo, al segundo parlamento de Quillin (24 de febrero de 1647) i que volvió otra vez, dichoso i satisfecho, a su retiro de Arauco. El misionero no quería vivir sino en medio de sus indios, por su labor convertidos, entre los cuales hacia cabeza su insigne amigo don Juan Catumalo, a quien no desamparó ni en su lecho de muerte.—El padre Rosales era de aquellos conversores que habria dado la mitad de su vida por salvar con el bautismo a un párvulo jentil i la otra mitad por rescatar un alma del infierno mediante una confesion jeneral en las postrimerías de larga i pecaminosa vida. De esta última especie habia sido la del cacique Catumalo.
Esta misma circunstancia, la de haber regresado el padre Rosales a la mision de Arauco despues del segundo parlamento de Quillin, en marzo de 1647, nos hace presumir que se encontraba en aquel paraje cuando tuvo lugar el terrible cataclismo i terremoto que asoló todo el pais el 13 de mayo de aquel mismo año.
XIV.
Toma desde aquí arranque la parte mas brillante i mejor conocida de la vida militante de Diego de Rosales.
El misionero se hace soldado i el soldado se hace héroe.
Vuelto a España el marques de Baides, a la vista de cuyas costas encontró glorioso fin (1646), i muerto tristemente por un tósigo el presidente Mujica en su propio palacio de Santiago, perdió el reino sus hombres mas prudentes, i Rosales sus mejores amigos. A uno i otro sucedió un mandatario inepto, atolondrado i de tal modo codicioso, él i su esposa, que entre ámbos i dos hermanos de ésta, llamados don Juan i don José Salazar, pusieron el esquilmado reino a saco i lo precipitaron en el último abismo de su perdicion i menoscabo.
Pero vamos a contar únicamente la parte que al padre Rosales cupo en heroismo i sufrimiento de aquella gran catástrofe.
Antes de regresar de Penco a Santiago, donde debia de morir a los tres dias, "de bocado," dejó, el presidente Mujica, órdenes al segundo jefe de las fronteras, el veterano Juan Fernandez Rebolledo, para que repoblase la Imperial, desolada desde la gran rebelion de hacia medio siglo (1600). Pero el entendido capitan juzgó mas acertado establecer aquel punto estratéjico en el antiguo asiento de Boroa, siete leguas hácia el sudeste de la antigua ciudad consagrada a Cárlos V, pero siempre a orillas del Cautin i en su confluencia con el rio de las Damas.
XV.
Como Arauco era la garganta del pais de los indios rebelados i la puerta de su entrada, así Boroa era su corazon, i por esto habíase asentado allí hacia cuarenta