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Página:Historia general de el reyno de Chile - Tomo I.djvu/28

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XIX
HISTORIA DE CHILE

no deben confundirse con las que llevan el mismo nombre en las dereceras del Nevado de Chillan, donde siglos mas tarde encontró su desenlace el sangriento drama de los Pincheiras en el primer tercio de este siglo (1882).

XVTI.

Atrajo el incansable misionero jesuita a la obediencia a los indios descontentos e irritados, al punto de regresar a Boroa acompañado de cuarenta caciques principales que ofrecieron humilde vasallaje a sus espoliadores.

No perdió tampoco aquella ocasion el fervoroso jesuita para predicar, convertir i bautizar cuantas cabezas i almas pudo haber a mano; i al propio tiempo trajo consigo de las mesetas andinas numerosas muestras de conchas i petrificaciones jeolójicas, que acusaban ya el estudio asiduo del naturalista i del historiador. Tenia esto lugar en el estío de 1651—52.

Concluida aquella campaña diplomática, espiritual i filosófica con tan prósperos resultados políticos, el misionero volvió a encerrarse en Boroa, cuyo fuerte habia sido confiado a un capitan llamado Juan de Roa, tan cebado en la rapiña de indios como sus jefes inmediatos los dos Salazar.

Llegó a tal punto aquel inhumano procedimiento, que, a pesar de las ardientes protestas del padre Rosales i de su compañero de mision Francisco de Astorga, planteóse en toda la Araucanía una verdadera trata de esclavos como en la Nubia, haciéndose Boroa, como punto central del territorio, el mercado mas concurrido de aquel horrible tráfico.

Amenazó de nuevo la conflagracion por el lado de los Andes, i los ladrones de hombres que gobernaban el reino, encubiertos en las faldas de una mujer, volvieron a recurrir al influjo de Diego de Rosales entre los pehuenches para aquietarlos.

Aceptó otra vez aquel encargo peligroso el jesuita cual cumplia a su obediencia, o mas propiamente a su magnanimidad. Pero exijió esta vez prendas mas positivas de honradez de parte de las autoridades, i no consintió en emprender su jornada si no se le entregaban previamente mas de quinientos cautivos que los Salazar i Juan de Roa tenian en sus corrales, a fin de restituirlos él mismo a sus desolados hogares.

XVIII.

Aceptó otra vez esta condicion el gobernador, que era tan desenfrenado en la codicia como irresoluto en las medidas, i Rosales volvió a salir de su pajiza celda conduciendo al seno de las cordilleras los cautivos de aquellos insaciables Faraones.

Dirijió en este tercer viaje el jesuita su rumbo por la parte austral de las Cordilleras, i penetró hasta la laguna de Nahuelhuapi, frente a Osorno, dando la vuelta tan pronto como dejó sosegados los ánimos i bautizados todos los párvulos a que su valiente dilijencia dio alcance en aquellas asperezas. En un pasaje de su historia menciona