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XXV
HISTORIA DE CHILE

Hicieron los padres destechar aquella misma noche todas las habitaciones del fuerte, cubriéndolas malamente con cueros, mantas i otros arbitrios que no ofrecian blando pábulo al fuego de los sitiadores.

XXXIV.

Renovaron éstos el ataque con mayor ardor uno o dos dias mas tarde, pero con resultados mas desastrosos todavía. Según Carvallo, que leyó papeles i documentos contemporáneos, Chicahuala condujo no ménos de seis asaltos contra el débil parapeto i en todos fué rechazado con imponderable heroismo i buena fortuna. La última acometida fué, empero, mas desastrosa para los bravos boroanos, porque habiendo usado éstos del ardid de entrar a la plaza como amigos, recibiéronles los sitiados en la boca, de dos cañones que habian asestado en un paso estrecho, cubriéndolos para el engaño con yerba fresca de la cual comian tranquilamente uno o dos caballos.

"En efecto, dice el historiador Carvallo, que cuenta este último caso, repitió Chicahuala los ataques en las dos noches siguientes. Intentó incendiar los edificios, cuyos techos eran pajizos, arrojó innumerables flechas encendidas i muchos tizones disparados con hondas. En muchas partes prendió el fuego, pero las mujeres lo apagaron. De ellas fué este cuidado, como tambien el de hacer centinelas de dia para que durmiesen los hombres, aquellos fatigados soldados. Se retiraron los rebeldes, i aunque perdieron doscientos hombres, volvieron mui orgullosos a repetir sus amenazas al comandante, intimándole nuevamente la rendicion. Se inclinaba aquel capitan a este partido por falta de municiones de guerra i lo consultó con los oficiales i los conversores. Se opuso a este débil pensamiento el subteniente don Luis Lezana, i apoyaron su dictámen los dos jesuitas. Procuraron éstos esforzarlo, persuadiendo a aquellas jentes que una efijie de Nuestro Señor Jesucristo i otra de la Vírjen Santísima habian sudado el primer dia que los indios atacaron la plaza i reiteraron el prodijio la primera noche que los rebeldes repitieron el asalto.

"Pudo ser mui bien, añade el cronista soldado, que son diferentes los modos de que se vale Dios para manifestar a los hombres su proteccion. Sea lo que fuere de aquel sudor, resolvieron mantenerse a todo costo. Redujeron la fortificacion a una tercera parte de lo que era. Derribaron los edificios i levantaron provisionalmente los que necesitaban, cubiertos con pieles para alejar el peligro de ser incendiados. En un baluarte hallaron enterrado un botijo de pólvora i dos barras de plomo. Con aquella i trescientas libras que Bascuñan envió desde Quetatué i logró introducir en la plaza el capitan don Gaspar Akarez, sostenido del cacique Antivilu, de la parcialidad de Maquehua, no le faltó esta munición" [1].


  1. Carvallo i Goyeneche.—Historia de Chile, vol. 1, páj. 107.—El cronista valdiviano agrega que la botija de pólvora fué encontrada en un subterráneo donde habia quedado desde los tiempos de Juan Rodulfo Lisperguer, hacia cincuenta años.