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de dignidad o autoridad; antes por el contrario, impediré que suceda, en cuanto de mi dependa, sin ninguna demora, todo lo que para detrimento llegare a mi noticia y si no lo pudiera impedir por mi mismo, lo denunciaré a ellos mismos o a sus vicarios; no manifestaré a nadie para daño o perjuicio de ellos, con signos, palabra o movimiento, el proyecto que me hubieren confiado por si mismo, por mensajes o por cartas; y ademas ejerceré y administraré bien y fielmente el cargo de rector que se me ha confiado; procuraré según mis fuerzas, con favor, empeño y odio a la demora, los honores y derechos, la utilidad y comodidades de la Universidad y de los estudiantes; conservaré fielmente los dineros y otros cualesquiera bienes de la Universidad que a mis manos y a mi poder llegare; no invertiré ninguna de estas cosas sino en provecho de la Universidad y conforme a lo dispuesto en sus constituciones; y cuando hubiere terminado mi cargo, rendiré verdadera cuenta a los rectores y conciliarios; y si alguna de dichas cosas quedare en mi poder, la devolveré tan pronto como hubiere rendido cuentas; cumpliré los estatutas de dicha Universidad y haré cuanto pueda que los demas lo cumplan, me abstendré de regalos y obsequios, y procuraré con toda dilijencia posible, que los mios se abstengan de ellos, escepto solamente algunas viandas o vevidas de moderado precio y haré todo lo demas que se conozca corresponde al cargo de rector por derecho o por práctica. Así Dios me ayude, y estos santos evanjelios de Dios, que yo toco por favor. Así lo juro.»

Inaugurada la Universidad, se trató de acelerar la terminación del edificio; y como no habian aumentado las entradas ni había erogaciones particulares, ni tampoco se habían presentado candidatos para obtener diplomas que costaban 200 pesos, acordaron, los doctores que formaban el cuerpo universitario, el que ellos mismos debían obtener los pergaminos de la institución, y pagar, los emolumentos correspondientes. Al efecto, el rector Azúa fué el primero en oblar dicha suma y en recibir el título de doctor en Leyes, el dia 2 de enero de 1748. Los demás doctores no tardaron en hacer lo mismo, ingresando con este procedimiento á los fondos generales, la suma de cuatro mil pesos

La dirección y supervijilancia de las obras, estuvo á cargo del maestre de campo del reino, don Alonso Lecaros, que llenó su cometido con tal interés y acierto que mereció una nota especial de agradecimiento, y que el claustro universitario acordara «que el dicho don Alonso, para su descendencia, tuviera un tercio menos en los grados mayores, para que con la fábrica durase la memoria de su celo.»