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LOS DEL CLAUSTRO DEL LAGARTO

mismo los trazos de la cruz, están moldeados en relieve. Por desgaste de la superficie vidriada, resultan de hecho unas aristas, de sección cuadrada, como de 3 milímetros de ancho, y del tono rojizo del ladrillo. El vidrio de estas losetas es turbio y manchado, y ha sido tanta la acción prolongada de la humedad y de la tierra, que no deja de ofrecer dificultad la determinación de los colores primitivos.

En los azulejos que llevan el castillo, el campo del escudo y el fondo de la loseta, son de un tono verdoso en uno de los ejemplares, y melado rojizo en el otro; transparéntase más en éste el color de la tierra. Las puertas y ventanas de los castillos, resguardado el vidrio por el relieve, conservan el esmalte negro, y en este color resaltaría tal vez toda la traza del castillo y del escudo.

El otro azulejo está vidriado en negro, y no cabe decir con certeza en qué color se hicieran resaltar los dobles trazos de la cruz, en la que no subsiste el vidrio. Esta loseta salió del horno con alguna convexidad, y en las orillas, donde por esa circunstancia se ha defendido mejor el vidrio, se vé que éste era grueso, y bastante intenso el color. En suma, sólo se han necesitado dos esmaltes ó colores para vidriar estas losetas; el melado y el negro, cuya mezcla ha podido producir el tono verdoso en una de ellas, y aun cabe la misma duda apuntada con relación á los azulejos de Santa Marina, de si pudieron recibir un solo y mismo baño del vidrio de alcohol, obteniéndose los toques más obscuros por transparencia, de color que se diera sobre el jueguete. »

Estos azulejos se encontraron en la dependencia del Claustro del Patio de los Naranjos, llamado del Lagarto, en esta Catedral, que forma ángulo con el tránsito que desde la Giralda conduce al referido claustro, ó sea la de la esquina frontera á la de la capilla de la Virgen de la Granada.

El minucioso estudio que lo mismo de los azulejos de Santa Marina que de éstos ha hecho el Sr. Osma, apreciando sus caracteres intrínsecos y extrínsecos, no parece que deja lugar á dudas, pudiendo ser considerados como únicos ejemplares sevillanos del último tercio del siglo XIII, y en su insaciable afán de jus-