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BARROS VIDRIADOS

ejemplares del arte asirio-fenicio, hemos visto clasificados en la Sala de Eshmounazar del Museo del Louvre, varias figurillas, cuyo vidrio verde malaquita no nos parece que debe confundirse con el tenue barniz azulado verdoso de que generalmente, hállanse cubiertas las procedentes de las necrópolis egipcias, tan abundantes en los museos y colecciones, y que algunos han considerado, impropiamente, como objetos de porcelana.

Textos de reconocida autenticidad ([1]) nos permiten afirmar, que en las murallas de Babilonia y en los palacios de Khorsabad y de Nínive, empleáronse con gran perfección, los barros vidriados en forma de frisos, adornados de leones, rosetas, águilas, unicornios y estrellas, generalmente esmaltados de amarillo, sobre fondo azul, y de los cuales restan importantes ejemplares. Más por lo tocante á la fabricación cerámica policromada de las remotas edades á que nos venimos refiriendo, el Museo del Louvre puede justamente envanecerse de conservar los más grandiosos restos decorativos que hasta el presente se conocen, y que la Francia y el mundo ilustrado deben al eminente arqueólogo investigador de las ruinas persas Mr. Marcel Dieulafoy, con cuya amistad nos honramos. En presencia de aquellos magníficos y grandiosos fragmentos, cuya vista nos produjo una impresión difícil de borrar de nuestra mente, juzgamos que sus autores bien pudieron haber sido fieles depositarios de las enseñanzas de egipcios y caldeos, como así mismo, de los asirios, de los cuales aprenderían los procedimientos industriales, y el gusto de la aplicación de los barros policromados al embellecimiento de las fachadas del palacio de Artajerjes Memnon, en la ciudad de Susa. La obra de los frisos llamados de los leones y de los arqueros, demuestra la pericia de aquellos artífices, no sólo por el dibujo de las figuras, sino por la harmónica aplicación de los esmaltes, y el conjunto todo, nos recuerda, por su gran analogía, los brillantes revestimientos de los palacios de Nabucodonosor y Sardanápalo. ([2])

  1. Garnier, Op. ci´, pág. 55.
  2. Las murallas de Kasr-i-Kadjiar y de Khorsabad estaban revestidas de