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LA CERÁMICA VIDRIADA EN SEVILLA

de sólidos fundamentos. Al ocurrir la desmembración del califato y declararse independientes aquellos régulos andaluces, no hay motivo para suponer hubiese experimentado el arte transformación importante, ni tampoco hubo tiempo bastante para que así se efectuase, por consecuencia de las invasiones de los almorávides y almohades, que no se hicieron esperar mucho tiempo

El recelo que hubo de inspirar á los monarcas musulmanes andaluces, el poderío de las armas cristianas, llegó al punto de temer verse desposeídos de sus reinos, y de acuerdo, resolvieron llamar en su ayuda contra el enemigo común á los almorávides, berberiscos del Sahara, los cuales en pocos años, habían fundado un vasto imperio comprendido en las regiones, desde el Senegal hasta Argel. No hemos de detenernos en narrar los sangrientos y tristes sucesos ocurridos desde la entrada en España de aquellos fanáticos é ignorantes africanos, hasta su expulsión por los almohades, pues á nuestro propósito no incumbe historiar tales hechos, consecuencias naturales del antagonismo de razas, que produjeron á su vez enconadas luchas, rencores y odiosidades, que tuvieron dividido el poderío de los musulmanes andaluces, contra los cuales, á bien poca costa, obtuvo el triunfo el africano Jusuf-ben-Texu-fín y sobre aquel desdichado monarca sevillano Almotamid, una de las más interesantes figuras que registra nuestra historia.

Bastará, por tanto, consignar al intento que nos guía, que la dominación de los almorávides en Al-andalus fué tan breve, como infecunda, pues, solamente ocuparon nuestro suelo durante un período de cincuenta y cinco años, desde 1091 á 1 146, y en cuyo lapso de tiempo no hay noticia de que erigiesen ningún monumento, ni perpetuasen su memoria con acto alguno digno de alabanza, y sí de vituperio, por la ambiciosa y desatentada conducta que observaron con los vencidos, la cual dio por resultado, las sublevaciones de ciudades importantes, que prepararon su total expulsión, al cabo efectuada con el auxilio de los almohades. Estos nuevos conquistadores, procedentes del Atlas marroquí, habían ya quebrantado en África el poderío de los almorávides, primero por el esfuerzo del Mahdi, y después por el de uno de los hombres más superiores de su época, el ilustre Amir-Abd-el-Mumen.