no hacen alto en él, ó tratan de cumplir sus propósitos con lijereza poco apropiada á la importancia del tema. Así, por ejemplo, no deja de llamar la atención que un escritor tan competente como Marryat comprenda en cortísimo número de renglones la historia de nuestros barros vidriados, expresándose en la siguiente forma: «»Esta industria decorativa (la alfarería), restablecida primero en España, donde fué introducida por la invasión de los moros, que probablemente encontraron allí algunas tradiciones del arte cerámico, en el cual aquella nación bajo los romanos había obtenido celebridad. Por donde los árabes extendieron sus conquistas introdujeron la fabricación de tejas de tierra esmaltada, de las cuales estaban adornadas las mezquitas de Persia y de Arabia Las construcciones que han dejado en España, en Sevilla, Toledo y Granada, y sobre todo el castillo fuerte de la Alhambra, se distinguen por su estilo decorativo, y atestiguan la belleza graciosa y sin rival del arte árabe » Dedica luego el autor un parrafito á tratar de los azulejos, fijándose particularmente, en los granadinos, de todo lo cual se deduce, que en el corto espacio de los renglones transcritos, comprende los orígenes y desenvolvimiento de la azulejería española, desde la invasión mahometana hasta el período de los reyes granadinos, sin establecer tampoco la debida separación cronológica entre la cerámica policromada y la de lustre metálico, introducida seguramente en el último período sarraceno. Garnier tratando de las vasijerías tiernas esmaltadas (vidriadas] dice: que este arte se perpetuó éntrelos pueblos orientales y fué introducido en Europa, primero por los árabes, que poseyeron la Sicilia desde el siglo IX al XI, y después por los moros de España, cuyos bellos vasos y maravillosas vasijas con tonos metálicos, son la gloria de nuestros museos y de nuestras colecciones; y que, desde el siglo XIII hicieron sobre las costas del Mediterráneo, y sobre todo, con la Italia, un comercio muy considerable de sus productos, ([1])
Terminaremos citando como otra nueva prueba de la lijereza con que los ceramófilos extranjeros han tratado la historia de los
- ↑ Hist. de la Ceramique, pág. 18.