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EDGAR POE.

otros, por el contrario, dura ese sueño de plomo semanas enteras, y el más detenido estudio y las más rigorosas pruebas, no bastan á descubrir diferencias aparentes entre el estado del enfermo y el de un cadáver. Frecuentemente aquellos que padecen esta rara enfermedad, no pueden libertarse de una larga agonía, sino gracias á sus amigos, que sabedores de que se hallan sujetos á tales accesos, se obstinan hasta los últimos momentos en dudar de su muerte, y no ceden sino á la vista de la descomposición. Felizmente la enfermedad sigue una marcha progresiva; sus primeros síntomas son fáciles de reconocer, los accesos van creciendo en duración y en intensidad, debiéndose á esta progresión que sean menos las probabilidades de entierros pre naturos. El infeliz, cuyo primer acceso tuviera la gravedad de las crisis subsecuentes, sería á no dudarlo encerrado vivo en el féretro.

La enfermedad, de que adolecía yo, no se diferenciaba en circunstancia alguna importante de las señaladas en las obras de medicina. Aveces, sin causa aparente, caia insensiblemente en síncope; me*acontaban; quedaba tendido en la cama sin poder levantar un dedo, y hasta privado de la facultad de pensar, pero con un sentimiento vago é indefinible de la existencia y presencia de cuantos sucesivamente se acercaban ámi cabecera, hasta que una nueva crisis de la enfermedad me arrancaba de aquel letargo. En otras ocasiones me sentía atacado súbitamen-