te, presa de un vértigo, abrumado de abati¬ miento, y transido de frio quedaba en pocos ins¬ tantes completamente atolondrado é inerte. Cuando esto sucedía, permanecía inmóvil y mu¬ do como la muerte misma semanas enteras, y es imposible concebir anonadamiento más abso¬ luto, porque ni el mundo existía para mí, ni yo para el mundo. Al salir de estos ataques, mi despertar era tan lento cuanto repentino el ac¬ ceso, tal cual aparecen los primeros albores del dia al vagamundo sin hogar y sin amigos, que pasa las noches desoladas del invierno, er¬ rante por las desiertas calles; del mismo modo ó más bien con igual sensacion de laxitud y abatimiento, sentía yo renacer en mi ser la luz; del alma.
Fuera de aquellas crisis letárgicas, mi salud se podia en general considerar como satisfacto¬ ria, y no observé se deteriorara por tan estra- ños fenómenos, cuya influencia se mostraba hasta en mis sueños ordinarios. Cuando habia dormido unas cuantas horas, solo por grados podia recobrar la posesion completa de los sen¬ tidos, y más de diez minutos después de desper¬ tar, estaba como un hombre alelado, faltándome las facultades mentales y especialmente la me¬ moria.
Ningún dolor físico me producía semejante estado, pero el sufrimiento moral era grandísi¬ mo. Convertíaseme la imaginacion en un osario y no veía más que catafalcos, gusanos, esquele-