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EDGAR POE.

encuentro hoy aferrado en mi memoria en letras tan vivas, tan profundas, tan duraderas como las inscripciones de las medallas cartaginesas.

Y sin embargo, en realidad, bajo el punto de vista ordinario, había allí pocas cosas, para escitar el recuerdo. El madrugar, el acostarse, las lecciones que aprender, las recitaciones, las semi-huelgas periódicas, y los paseos, el pátio de recreacion con sus disputas, sus juegos, sus intrigas, todo esto por una mágia física, desconocida, contenía en sí un desbordamiento de sensaciones, un mundo rico de incidentes, un universo de emociones variadas, y de oscitaciones las más apasionadas y embriagadoras. ¡Oh! qué buen siglo es este siglo de hierro!

En realidad, mi ardiente naturaleza, entusiasta, imperiosa, bien pronto hizo de mí un carácter señalado entre mis camaradas, y poco á poco, naturalmente, me dió un ascendiente sobre todos los que no eran mayores que yo, sobre todos, esceptuando solo uno. Era este un colegial, que sin ningún parentesco conmigo, llevaba el mismo nombre de bautismo y el mismo apellido de familia; circunstancia poco notable en sí, porque el mió, no obstante la nobleza de mi origen, era uno de estos apellidos vulgares que parecen ser de tiempo inmemorial, por derecho de prescripcion, la propiedad común del vulgo. En esta relacion, me he dado el nombre de William Wilson, nombre ficticio que no está