tes para mí y los demás compañeros que no habíamos viajado, MM. Gliddon y Buckingham. Hablaban estos señores la lengua pátria de la momia con una gracia y una fluidez inimitables: pero no pude menos de notar que los dos viajeros, sin duda á causa de la introduccion de imágenes enteramente modernas y naturalmente nuevas para el estranjero, se veian de cuando en cuando forzados á emplear formas sensibles para hacer comprender á huéspedes de tan antiguo tiempo ciertas ideas particulares.
Sucedió esto por ejemplo cuando Mr. Gliddon no pudo hacer comprender al Egipcio la palabra la politica: felizmente ocurriósele la idea de dibujar en la pared con un carbon un hombre pequeño, de naríz granugienta, puesto en jarras, subido en un pedestal, la pierna izquierda bastante retirada hácia atrás, el brazo derecho estendido hácia adelante, el puño cerrado, la vista dirigida al cielo y la boca abierta formando un ángulo de noventa grados.
Del mismo modo Mr. Buckingham jamás hubiera logrado traducir la idea absolutamente moderna la peluca, si á una seña del doctor no se hubiese puesto pálido y consentido en quitarse la suya.
Como era muy natural, nada tenia de estraño que Mr. Gliddon apoyase su discurso principalmente, en los inmensos beneficios que la ciencia podria prometerse del desenfajamiento y destripamiento de las momias; medio ingenioso de