mal que había ya trastornado su cerebro una ó dos veces. Así desapareció de este mundo uno de los más grandes héroes literarios, el hombre de génio que había escrito en el Gato negro estas palabras fatídicas:
«El mal es comparable al alcohol!»
Esta muerte es casi un suicidio, un suicidio preparado desde largo tiempo. Ay! el que habia superado, vencido en las alturas más árduas de la estética, el que se habia hundido en los abismos menos esplorados de la intelectualidad humana, el que á través de una vida semejante á una tempestad sin calma, habia encontrado medios nuevos, procedimientos desconocidos para asombrar la imaginacion, para seducir á los espíritus sedientos de lo bello, acababa de morir en un hospital, pobre, abrasado por el delirio, suicidado, valiéndose del arma más traidora y terrible ¡el alcohol!
¡Lástima que un hombre que debía despertar con su recuerdo la admiracion, solo al conocer su nonbre, produzca en el alma un sentimiento de tristeza y compasion al ver esos lamentables errores del génio, que debía ser todo luz y armonía, y que muchas veces solo es degrada-, cion y tinieblas!
Este ejemplo, unido á muchos otros desventurados, ha hecho nacer entre el vulgo el falso axioma de que el verdadero génio es desordenado. Indisculpable error. El génio, para ser tal génio, tiene que ser armonioso y claro como el sol.