mayor urbanidad — que me cuesta trabajo comprender lo que ustedes me quieren decir; dígame usted, y usted dispense, ¿de qué parte de la ciencia me habla usted?
Todos en coro citamos las afirmaciones de la frenología y las maravillas del magnetismo animal.
Despues de oirnos, nos refirió el conde algunas anécdotas, probándonos con la mayor claridad que los prototipos de Gall y de Spurzheim, florecieron y se desacreditaron en Egipto; pero en época tan remota que casi hubiese de ella perdido toda memoria; y que los procedimientos de Mesmer eran miserables, comparados con los verdaderos milagros hechos por los sábios de Thébas, que creaban piojos y otra infinidad de seres semejantes.
Pregunté entonces al conde si sus compatriotas habian sido capaces de calcular los eclipses. Se sonrió con desdeñoso ademan y me afirmó que sí.
Turbeme algun tanto, pero comencé á dirigirle más preguntas sobre conocimientos astronómicos; pero uno de mis compañeros que no habia desplegado sus lábios, me dijo al oido que si yo necesitaba detalles sobre el particular, mejor me sería consultar á un señor Ptoloméo, y tambien á otro tal llamado Plutarco, en el artículo facie lunæ.
Luego interrogué á la momia sobre los cristales lenticulares y en general sobre la fabrica-