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HISTORIAS ESTRAORDINARIAS

Bibulus ó Bumper, que dijo cuatro palabras sobre el Markbrunen, el Champagne mousseux, el Chaulbertin, el Vicheboirg y el San Jorge; sobre el Haut-brian, el Ecoville y el Medoc; sobre el Grace, el Sautern, el Laffitte y el Sain-Peray y meneando la cabeza con ademan despreciativo, añadió que se preciaba de saber distinguir con los ojos cerrados el amontillado del Jerez.

Allí el signor Tintontintino de Florencia, hablaba de Cimabue, de Arpino, Caspacio y Agostino; de las tinieblas de Caravaggio; de la suavidad de Albano, del colorido de Ticiano, de las comadres de Rubens y de las picardigüelas de Juan Steen.

Allí el rector de la universidad de Jum-Tudge emitió su opinion de que la luna se llamaba Bendis en Thracia, Bubastes en Egipto, Diana en Roma, y Artemisa en Grecia.

Allí habia un gran turco de Stambul, que no podia menos de creer que los ángeles son caballos, gallos, y toros: que en el sétimo cielo existia uno que tenia setenta mil cabezas, y que la tierra estaba sostenida por una vaca azul celeste, con incalculable número de cuernos verdes.

Allí Delfín Poligloto nos dijo lo que habian llegado á ser las ochenta y tres tragedias de Eschylo, las cincuenta y cuatro oraciones de Isaías, los trescientos noventa y un discursos de Lysias, los ciento ochenta tratados de Theophrasto, el octavo libro de las secciones cóni-