diese al suicidio, y sin embargo no sentia disgusto verdadero de la vida misma, sino que estaba fatigado y cansado hasta más no poder de las miserias accidentales de mi posicion. Con el ánimo tan atribulado, ansiando vivir todavia y sin embargo aburrido de la vida, encontré un recurso en mi imaginacion, al leer en casa del librero aquel folleto, apoyado con el oportuno descubrimiento hecho en Nantes por mi primo.
Tomé un partido definitivo; resolví abandonar la tierra, pero no la existencia; salir del mundo sin dejar la vida; y para acabar de una vez con enigmas y rodeos, propúseme sin reparar en nada, ver de encontrar, á ser dable, caminos y medios para llegar hasta la luna.
Para que ahora no se me tenga por más loco que lo que soy, espondré minuciosamente y como mejor se me alcance, las consideraciones que me indujeron á suponer, que semejante empresa aunque erizada de dificultades y llena de peligros, no era totalmente imposible para un espíritu emprendedor.
Lo primero que necesitaba considerar era la distancia material de la luna á la tierra. La distancia media ó apróximada entre los centros del planeta y su satélite, es de cincuenta y nueve veces más una fraccion, el rádio terrestre en el ecuador, ó lo que es lo mismo, unas 237.000 mi- 1las. Aunque he dicho distancia media ó aproximada, se comprenderá fácilmente, que siendo la órbita lunar una elipse, cuya escentricidad no