que es próximamente la altura del Cotopaxi, quédasenos por debajo la mitad de la masa fluida ó de la parte ponderable del aire que rodea nuestro globo. Hállase calculado asímismo, que á una altura que no esceda de la centésima parte del diámetro terrestre, ó lo que es lo mismo, de unas 80 millas, la rarefaccion debe ser tal, que la vida animal no pueda sostenerse; y que ademas por delicados y sútiles que fueren los medios empleados para conocer la presencia de la atmósfera, serian inútiles, vanos é insuficientes. No dejé sin embargo de tener en cuenta, que estos ůltimos cálculos se hallaban apoyados únicamente en nuestros conocimientos esperimentales de las propiedades del aire y de las leyes mecánicas que rigen á su dilatacion y compresion, cuando tales esperiencias tienen lugar no más que (comparativamente hablando), en la proximidad ó inmediacion de la masa terrestre. Considérase como un hecho cierto, que á. una distancia dada pero inaccesible de la superficie, la vida animal es y debe ser esencialmente incapaz de modificacion; pero tambien es verdad, que todo ra- .
ciocinio de esta especie, hecho con datos semejantes, no puede evidentemente ser más que una pura deduccion por analogía. Veinte y cinco mil piés, puede decirse, es la altura máxima á que ha llegado el hombre, pues no pasó de esta la ascension aérea de M. M. Gay Lussac y Biot altura harto escasa, comparada con las 80 millas en cuestion, de suerte que me pareció queda-