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—Pero—dije yo devolviendo á Legrand el pergamino—qué diablos es esto? Maldito si lo entiendo. Si me hubieran de dar todos los tesoros de Golconda por la solución de este enigma, estoy seguro que no los adquiriría.
—Y sin embargo—repuso Legrand—la solución no es seguramente tan difícil como cualquiera podría creerlo á primera vista. Esos caracteres, como es fácil adivinar, forman una cifra, es decir, tienen un sentido; pero á juzgar por lo que sabemos de Kidd, yo no debía suponerle capaz de confeccionar una muestra de criptografía muy abstrusa. Supuse desde luego, pues, que esto era una especie sencilla, por más que á un tosco marino le pudiese parecer insoluble sin la clave.
—Y ha resuelto usted ese enigma realmente?
—Con mucha facilidad; y he resuelto otros mil veces más complicados. Las circunstancias y cierta inclinación de espíritu me han conducido á interesarme en esa especie de enigmas, y es verdaderamente dudoso que el ingenio humano pueda inventar uno tan difícil en ese género que su solución no esté también al alcance de otro ingenio, si hace un estudio profundo.