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Página:Historias extraordinarias (1887).pdf/129

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El escarabajo de oro

habiendo llegado á conocimiento de sus compañeros, les induciría á practicar investigaciones, infructuosas por carecer de los datos necesarios; y que esto dió origen á los rumores y cuentos. ¿Ha oido usted hablar alguna vez de un importante tesoro descubierto en la costa?

—Jamás.

—Es notorio, sin embargo, que Kidd habia acumulado inmensas riquezas; yo consideraba como cosa segura que la tierra las guardaba aún, y no extrañará usted mucho que yo abrigase una esperanza, si, una esperanza que llegaba casi á la certidumbre; y era que el pergamino tan singularmente hallado contendría la indicación desaparecida del lugar donde se hizo el depósito.

—Pero ¿cómo ha procedido usted?

—Someti otra vez el pergamino al fuego, después de aumentar el calor; pero como no apareciese cosa alguna, pensé que la capa de grasa podría ser muy bien el motivo del mal resultado; entonces lo limpié cuidadosamente, vertiendo encima agua en ebullición, coloquéle en una cacerola de hoja de lata, y puse esta última sobre un hornillo con bastante fuego. A los pocos minutos la cacerola se había calentado, retiré el pergamino, y observé con indecible alegría que presentaba en varios sitios unas señales análogas á cifras dispuestas en línea. Volví á echar mi documento en la cacerola, dejéle en ella un minuto más, y cuando le saqué estaba exactamente como va usted á verlo.

—Así diciendo, Legrand calentó de nuevo el pergamino y sometióle á mi examen. Asi pude ver los siguientes caracteres en rojo, toscamente trazados entre la calavera y la figura de cabrito.