trépito é impetuosidad, que algunas piedras fueron arrancadas de las casas de la costa.» En cuanto á la profundidad del agua, no comprendo cómo se ha podido reconocer en la inmediación del torbellino. Las cuarenta brazas deben referirse sólo á las partes del canal que están cerca de la orilla, bien sea de Moskoe ó de Lofoden; la profundidad en el centro del Moskoe—Strom debe ser inconmensurablemente mayor, y para asegurarse de ello basta dirigir una mirada oblicua al abismo del torbellino cuando se está en la cima más alta de Helseggen. Al fijar la vista desde esta altura en el temible abismo, no pude menos de reirme de la sencillez con que el bueno de Jonás Ramus refiere, como cosas difíciles de creer, sus anécdotas del oso y de las ballenas, pues paréceme cosa muy evidente en sí que el más poderoso buque de línea, al llegar al radio de esa mortal atracción, debe oponer tan poca resistencia como una pluma á un golpe de viento, y desaparecer de pronto.
Las explicaciones que se han dado del fenómeno, algunas de las cuales me parecieron bastante plausibles, según recuerdo, eran ahora muy poco satisfactorias para mí: la más generalmente admitida se reduce á que, este torbellino, así como los tres más pequeños de las islas de Feroé, «no reconoce otra causa sino el choque de las olas que suben y bajan, durante el flujo y el reflujo, á lo largo de un banco de rocas que encauza las aguas, arrojándolas en forma de catarata; que de este modo, cuanto más se eleva la marea, más profunda es la caida; y que el resultado natural es un torbellino, cuya prodigiosa fuerza de absorción esta suficientemente demostrada por varios ejemplos.» En estos términos se explica la Enciclopedia británica.
Kircher y otros imaginan que en medio del canal del Maelstrom hay un abismo que atraviesa el globo y desemboca en una región muy lejana; y hasta se ha