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Página:Historias extraordinarias (1887).pdf/155

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En el Maelstrom

desesperada, el riesgo de la vida compensaba el trabajo, y el valor hacía las veces de capital.

Resguardábamos nuestro barco en una ensenada, á cinco ó seis millas del punto donde estamos, y si hacía buen tiempo teníamos costumbre de aprovechar la tregua de quince minutos para lanzarnos á través del canal principal del Moskoe—Strom, muy por encima del agujero, para anclar después en cualquier punto inmediato á Otterholm ó Sandflesen, donde los remolinos no son tan violentos como en otras partes. Allí solíamos esperar, para levar anclas, poco más o menos hasta la hora en que las aguas se calmaban; no nos aventurábamos nunca en la expedición sin un buen viento, del que pudiéramos estar seguros para la vuelta, y muy raramente nos engañamos en este punto.

Sólo dos veces en seis años fuénos preciso pasar la noche anclados á causa de una calma chicha, cosa bien extraña en esos parajes; y otra vez debimos permanecer en tierra cerca de una semana, desfallecidos de hambre, á consecuencia de un golpe de viento que comenzó á soplar poco después de nuestra llegada, agitando el canal de tal modo que no se pudo pensar en atravesarlo. En aquella ocasión nuestro barco hubiera sido empujado muy afuera, pues los torbellinos nos zarandeaban con sin igual violencia, si no hubiésemos derivado en una de esas innumerables corrientes que se forman, hoy aquí, mañana allá, y que nos condujo al viento de Flimen, donde por fortuna pudimos anclar.

No le referiré á usted ni la vigésima parte de los peligros que corrimos en nuestras expediciones de pesca: ese es un mal paraje, hasta cuando hace buen tiempo; pero siempre hallábamos medio de arrostrar el Moskoe—Strom sin accidente alguno, aunque en ciertas ocasiones pareciame que el corazón se me iba por la boca, cuando nos retrasábamos ó adelantábamos un