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Página:Historias extraordinarias (1887).pdf/216

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Edgardo Poe

su imperioso dominio. El sentimiento de profundo respeto con que me había acostumbrado á considerar el carácter elevado, la sabiduria majestuosa y la omnipotencia aparentes de Wilson, unido á no sé qué impresión de terror inspirado por ciertos rasgos de naturaleza y algunos privilegios, habían creado en mí la idea de mi completa debilidad y de mi impotencia, aconsejándome una completa sumisión, aunque llena de amargura y repugnancia por tan arbitraria tirania.

Sin embargo, hacía tiempo que me habia entregado á la bebida, y la influencia del vino, exasperando mi temperamento, me rebelaba contra toda sujeción.

Comencé á murmurar, á vacilar, á resistir. ¿Fué sólo mi imaginación la que me indujo á creer que la tenacidad de mi verdugo disminuiría en razón de mi propia firmeza? Es posible, pero de todos modos, comencé á sentir la inspiración de una esperanza ardiente y acabé por alimentar en lo secreto de mis pensamientos la sombría y desesperada resolución de librarme de aquella esclavitud.

Estábamos en Roma, durante el carnaval de 18...; yo había ido á un baile de máscaras que se daba en el palacio del Duque Di Broglio, en Nápoles, después de beber más que de costumbre, y la atmósfera sofocante de los salones, llenos de gente, irritábame de un modo insoportable. La dificultad de abrirme paso á través de la multitud me exasperó más todavía, pues buscaba con afán, no sé para qué indigno propósito, á la joven y bella esposa del viejo y extravagante Duque.

Con no menos confianza que imprudencia, habíame dicho qué traje vestiría; y como acababa de verla á lo lejos, tenía prisa por llegar hasta ella. En el mismo instante senti que una mano se apoyaba suavemente en mi hombro, y pude oir después ese inolvidable, ese profundo y maldito cuchicheo de otras veces.

Poseido de frenética cólera, volvime bruscamente