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Página:Historias extraordinarias (1887).pdf/256

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Edgardo Poe

namiento de este género y según semejantes datos, ha de ser por necesidad puramente analógico. La mayor altura á que el hombre ha llegado es de 25.000 pies, y al decir esto refiérome á la expedición aereonautica de Gay—Lussac y Biot: es una elevación bastante regular aunque se compare con las 80 millas en cuestión, y yo no podía menos de pensar que el asunto daba lugar á la duda y mucha latitud á las conjeturas.

En fin, suponiendo una ascensión efectuada á cualquiera altura, la cantidad de aire ponderable atravesada en todo período ulterior del viaje, no está de manera alguna en proporción con la altura adicional adquirida, y es evidente que, elevándonos todo lo posible, no podemos, en rigor, llegar á un límite más allá del cual la atmósfera deja de existir en absoluto.

Deduje, en conclusión, que debe existir, aunque pueda ser en un estado de rarefacción infinita.

Por otra parte, yo sabia que no faltaban argumentos para demostrar que hay un limite verdadero y determinado de la atmósfera, más allá del cual falta por completo el aire respirable; pero se ha omitido una circunstancia por los que sostienen la existencia de este límite, que parecía no una refutación perentoria de la doctrina expuesta, sino un punto digno de la más seria investigación. Comparemos los intervalos entre las vueltas sucesivas del cometa de Encke en su perihelio, teniendo en cuenta todas las perturbaciones debidas a la atracción planetaria, y veremos que los periodos disminuyen gradualmente, es decir, que el eje de la elipse del cometa se acorta siempre, en proporción lenta, pero muy regular.

Ahora bien, esto es precisamente lo que debe suceder, si suponemos que el cometa halla una resistencia por haber penetrado en las regiones de su órbita un medio etéreo excesivamente raro, porque es evidente que este medio, retardando la velocidad de aquel, debe