En el número siguiente agregábanse estos otros detalles:
«EL DRAMA DE LA CALLE MORGUE.—Se ha interrogado á muchas personas relativamente á ese terrible y extraordinario acontecimiento, pero no ha traspirado nada que pueda arrojar alguna luz sobre el asunto. Reproducimos aquí las declaraciones obtenidas.
»Paulina Dubourg, lavandera: declara que ha conocido á las dos victimas hace tres años, y que lavó para ellas en todo este tiempo. Madre e hija parecian vivir en buena inteligencia, y tratábanse con mucho cariño. Pagaban bien. Nada podía decir respecto á su género de vida y á sus medios de subsistencia: pero cree que la señora de Espanaye decia la buenaventura para vivir, y asegurábase que esta señora tenía dinero ahorrado. Jamás vió á nadie en la casa cuando iba a buscar la ropa ó á llevarla, y está segura de que aquellas señoras no tenían criado alguno á su servicio. Pareciale que no había muebles en ninguna parte de la casa más que en el piso cuarto.
»Pedro Moréan, estanquero: declara que solía vender á la señora de Espanaye pequeñas cantidades de tabaco, y á veces rapé. Ha nacido en el barrio y habitado siempre en él. La difunta y su hija ocupaban hacía más de seis años la casa donde se hallaron sus cadáveres, y primitivamente vivia en ella un platero que realquilaba las habitaciones superiores á diversas personas. La casa pertenecía á la señora Espanaye, que muy descontenta de su inquilino porque no la cuidaba bien, resolvió ocuparla y no alquilar ya ninguna parte de ella. La buena señora chocheaba ya. El testigo no ha visto á la joven más que cinco ó seis veces en el intervalo de seis años. Madre e hija vivian sumamente retiradas, y pasaban por tener dinero. Ha oído asegurar á los vecinos que la señora de Espanaye decía la buenaventura; pero no lo cree. Jamás vió á