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—Dos buhos!—insinuó otro.

—Aquel preludio no me desagradaba; porque semejantes á los pajarillos que se despiertan entre sí, cuchicheando ocultos por las hojas, al despertar el alba, los dueños de casa y sus invitados parecían animarse mútuamente, despues de un instante de terror, que había durado un minuto tan largo como un siglo.

—Yo sabré quién es Horacio Kalibang;—entre tanto, Mariscal, terminemos lo casi terminado. Vino! vino! café! ea, muchachos, no dormirse.

Brille en la copa el vino transparente
Y á raudales difunda la alegría.....

—Vé Vd., pariente, cómo no hay contento posible sin música? Vd. mismo nos dá el ejemplo.

—Son emociones, Fritz, emociones de otro género, que se traducen en notas destempladas. No sé si me comprendes, pero ya sabes que el exceso de impresion tiene que transformarse de algun modo. Yo canto, aquel rie, otro llora.....

—Yo tiemblo....

—Yo como.....

—Yo bebo vino del Rhin, y amo la música porque sí;.... el bien por el bien..... la música por ella..... ¿qué significa la música? no sé, ni me importa saberlo.... vino aqui!..... se canta y se goza—

—Yo miro á Luisa....

—Pero el Teniente no se escapa á mi mirada,—agregó el Mariscal, destellando un crepúsculo encendido.

—Las penas mayores,
Los hondos quejidos,
Los pechos dolientes,
Se curan, se acallan, se borran con vino.

—Bravo!

—Otra!

—Bis!

—Horacio Kalibang! otra! bis! el hombre que ha perdido la gravedad.... ea! sois todos unos mentecatos.

Y tomando el sombrero y el baston, el Burgomaestre salió precipitadamente del comedor.

Un momento despues, me retiré tambien, pensando que no es necesario llamarse Horacio Kalibang para perder la gravedad.....

III.

Para que el lector pueda apreciar la conducta de mi primo, el Burgomaestre Hipknock, es necesario que me permita hacerle su retrato moral en dos plumadas.

El Burgomaestre es uno de aquellos hombres que siguen con toda su alma los progresos del materialismo en Alemania. No crée en Dios, ni en el diablo; está excomulgado hasta la quinta generacion y asegura que nada pierde ni gana su raza con semejante regalo. Es un hereje, un condenado, un miserable, un canalla, un estúpido, un ignorante y todo lo que la indignacion irracional puede sujerir á sus enemigos, que tales blasfemias le envian desde las sombras del incógnito.

Pero todos los que hemos tratado al Burgomaestre sabemos