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Ignoro si produjeron resultado sus gestiones: la historia nos cuenta que lejos de trabarse la lucha con el ejército de Angulema en su marcha semi-triunfal sobre Madrid, sólo interrumpida por la descabellada intentona de Bessieres que quiso sobrepujarle en celo por la causa realista, los franceses fueron perfectamente recibidos en la capital de España, y hasta agasajados por la plebe; y que de consiguiente el Museo del Prado no sufrió el menor daño. Los percances quedaban reservados para los motejados de liberales, en quienes se cebó el odio del populacho que se preciaba de servil.

En octubre de este año 23 se hallaba el Museo sin dirección gubernativa. El príncipe de Anglona, perseguido como liberal, había tenido que ausentarse de Madrid; y en esta crítica situación, el director facultativo don Vicente López, y el conserje don Luis Eusebi, no teniendo recursos pecuniarios con que hacer frente á los considerables gastos de un establecimiento donde el monarca, con propósito verdaderamente magnánimo, había ordenado obras de mucha importancia, oficiaron á mayordomía mayor solicitando auxilios. Juzgábanse estos tanto más necesarios por cuanto la entrada del público en el Museo, limitada al principio á un solo día de cada semana, se había hecho extensiva en este año 1823 á dos días; con lo cual había crecido la urgencia de lo que se llamaba entonces la restauración de los cuadros, que en realidad no era sino su ruina. Afortunadamente la petición no dio resultado, ó lo dio muy mezquino, y por entonces la funesta obra de devastación por medio de corrosivos y de repintes al óleo, quedó en cierto modo paralizada.

Nos encontramos al año siguiente— 1824— director gubernativo del Museo al almirante marqués de Ariza y Estepa, en reemplazo del príncipe de Anglona. El único acto suyo que hallo consignado es una petición á la mayordomía mayor (fecha 11 de junio) solicitando se mande satisfacer el coste del catálogo de los cuadros de la dependencia, impreso en idioma francés para uso de los aficionados que habían venido á Madrid con el duque de Angulema, príncipe de Carignan, en mayo del año anterior: galantería desusada, con dejo de adulación. El catálogo era obra del referido conserje don Luis Eusebi, pintor italiano no del todo falto de mérito y muy familiarizado con las diferentes escuelas artísticas en la medida de los conocimientos de aquel tiempo, y con la crítica propia del mismo. Comprendía cuadros de las escuelas italiana, española, alemana y francesa, únicos expuestos á la sazón al público, porque no habiendo podido por falta de fondos atender á la restauración de los flamencos y holandeses, éstos por aquella feliz inopia habían escapado de la obra destructora de los restauradores. — No sé por qué causa dejó el marqués de Ariza la dirección gubernativa en 1825; sustituyóle interinamente en ella el pintor don Vicente López, el cual en marzo de 1826 continuaba aún como director habilitado. En mayo de este mismo año fué nombrado director el duque de Híjar, y este procer, en quien casi suplían la falta de inteligencia un grande amor al arte y un celo verdaderamente ejemplar, estaba llamado á realizar importantes mejoras. También, á decir verdad, favorecía ya al Museo el público reposo que se iba consolidando en la monarquía, libre por entonces de agitadores utopistas.

Después de atender á la parte económica, en la cual se comprenden las medidas tomadas para que tuviesen en invierno el temple conveniente las nuevas salas que se iban habilitando, se consagró el duque de Híjar al aumento de la riqueza pictórica que en estas había de colocarse, y en 22 de julio dirigió á la mayordomía mayor de Palacio el siguiente oficio:—[1] «Hallándose en los Reales Palacios de Madrid y demás Sitios Reales, así como en la Zarzuela, en la Quinta y otras posesiones de S. M., infinitos cuadros que por su singular mérito deben reconocerse y conducirse al Real Museo de pinturas para formar las excelentes colecciones de las Escuelas española, italiana y flamenca, según me lo tiene prevenido S. M., se hace preciso el que V. S. se sirva comunicar las órdenes convenientes á los Conserjes ó encargados de ellos, para que permitan á don Juan Antonio Ribera, pintor de Cámara, y á don Luís Eusebi, conserje del expresado Real Museo, comisionados por mí para esta operación, el reconocimiento y elección de los que les parezcan más dignos para los objetos indicados, disponiendo asimismo el que por la Veeduría general de la Real Casa se facilite el carruaje necesario para los dos comisionados y para el primer escultor de Cámara don José Alvarez, que debe concurrir en unión con los anteriores, para examinar por su parte las estatuas y demás objetos de su arte que por su belleza sea justo sacar de los sótanos y otros puntos en que se hallan custodiados, que según tengo entendido, son algunos del mejor gusto y delicado trabajo, sin que hasta, ahora se sepa el verdadero mérito de unas obras de tanta estimación y aprecio. Y para que estas operaciones se verifiquen con el orden y formalidad convenientes, me parece muy oportuno el que quede nota circunstanciada en la Veeduría general de la Real Casa, de todas las entregas que se hagan, pues de este modo se logrará el asegurar la propiedad de S. M. Dios guarde etc.»[2] — Contestó el secretario de la Mayordomía en 8 de agosto, participándole haber resuelto S. M. eme los conserjes y encargados de los Palacios y sitios Reales permitiesen á los referidos


ESTUDIO, croqius a la pluma de A. Neuville


UN EPISODIO DE LA GUERRA DE 1813, fragmento de un cuadro de Carlos Marr

  1. Hablaba en este oficio con el secretario de la Mayordomía don Francisco Blasco.
  2. Arch. de Palacio. Fernando VII, cámara.— Leg. 3.°