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Página:In hac tanta.pdf/12

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Acta Apostolicae Sedis - Comentario Oficial

Dado que la caridad - todavía usamos las palabras del escritor antes mencionado - «es el origen y el propósito de todos los bienes»[1], detengámonos también en este tema, amados Hijo y Venerables Hermanos. Hagamos votos, por tanto, para que en esta atormentada sociedad, habiendo restaurado los derechos y las leyes del Dios Todopoderoso y su Iglesia, y renovando la adoración y la memoria, florezca nuevamente la caridad cristiana para poner fin a las guerras y furiosos odios, así como a las controversias, herejías y errores que se insinúan en todas partes, para unir a los pueblos en un pacto más fuerte de los acuerdos efímeros de los hombres, en la unidad de la fe en particular y en la tradición antigua unión con esta Sede Apostólica, que Nuestro Señor Jesucristo quiso en la tierra como base de su familia, consagrada por las virtudes, por la sabiduría, por los esfuerzos de tantos santos y finalmente por la sangre de mártires como Bonifacio.

De ese modo, instaurada una comprensión de la fe y una unión de propósitos en toda la tierra, tendremos la oportunidad, sin usurpar ningún derecho, de dirigir a todos los cristianos en el mundo, lo que ya en el primer siglo el papa Clemente, inducido por la conciencia de la superioridad romana y desde la sagrada autoridad de la Sede Apostólica, escribió particularmente a los corintios: «Nos traerás gozo y alegría si, obedeciendo lo que te hemos escrito por inspiración del Espíritu Santo, reprimís el instinto injusto de la rivalidad, de acuerdo con la exhortación a la paz y la concordia que os hacemos en esta carta»[2].

Que el Cielo permita que el Apóstol y el Mártir Bonifacio obtengan esto para todos nosotros, especialmente para aquellos pueblos que, con un derecho mayor, son suyos, tanto por origen como por elección, completando en la sede de los Benditos lo que, como él mismo dijo, nunca había dejado de perseguir en el suelo:

  1. Ibid.
  2. S. Clem. Rom., Ep. 1 ad Corinthios , LXIII.