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Acta de Benedicto XV


para de esta unió pueda venir la misma Caridad y armonía entre todos los hombres.

¿Quién no querrá escuchar la invitación y exhortación del Padre? ¿Quién querrá despreciar su enseñanza paterna, los ejemplos y la palabra? De hecho, y aquí usamos las sabias y espléndidas palabras de un antiguo escritor de su pueblo, pronunciadas cuando se celebró el centenario de la legación romana de Bonifacio entre vosotros: «Si, según el Apóstol, tenemos como maestros a nuestros padres naturales y los honramos, ¿no deberíamos obedecer a nuestro padre espiritual aún más? Y no solo Dios Todopoderoso es nuestro padre espiritual, sino también todos aquellos cuya doctrina y ejemplos nos llevan a conocer la verdad e invitar a la firmeza en la fe religiosa. Como Abraham, quien debe ser imitado por todos por su fe y obediencia, es llamado el padre de todos los creyentes en Cristo, así el santo prelado Bonifacio puede ser llamado padre de todos los habitantes de Alemania, ya que con él su predicación los acercó por primera vez a Cristo, los alentó con sus ejemplos y, por último, también ofreció su vida por ellos: ciertamente nadie puede dar más»[1].

Sin embargo, añadimos, amados Hijo y Venerables Hermanos, aunque ninguno de vosotros lo ignora, que la maravillosa caridad de Bonifacio no se limitó dentro de las fronteras de Alemania, sino que se dirigió sin excepción a todos los pueblos, incluso a aquellos que eran enemigos entre ellos. De esta manera, de acuerdo con la ley del amor y la caridad, el Apóstol de Alemania abrazó a los vecinos de los francos, de los cuales era un reformador muy sabio, y a sus compatriotas «de origen inglés él, del mismo país, legado de la Iglesia Universal y sirviente de la Sede Apostólica», confió particularmente la difusión de la fe católica entre los sajones y los pueblos afines, a quienes los misioneros romanos del Papa Gregorio Magno ya habían predicado, con la recomendación de mantener amorosamente «la unión y el comunión de afectos»[2].

  1. Vita S. Bonifacii, del monje Otholano, lib. 1, cap.
  2. Bonifacio Ep. XXXIX (al. XXXVI)