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Página:In hac tanta.pdf/3

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Acta de Benedicto XV

por el propio Bonifacio tan maravillosamente unido a Cristo y al Vicario de Cristo en la tierra.

Recordando esta completa unión y consenso, hacemos votos para que esa misma unidad se restablecerán entre todos los pueblos, para que «Cristo sea todo en todos»[1].

Ahora, después de tantos siglos, no podemos recordar sin un sentimiento alegre del alma, aquellas cosas que los escritores de ese tiempo muy lejano, principalmente el obispo Willibaldo, casi contemporáneo de Bonifacio, nos transmitieron con una narración clara sobre las muchas virtudes y las obras de ese hombre santísimo, pero, sobre todo, el comienzo y el muy feliz crecimiento de la legación romana entre las poblaciones germanas.

Precisamente porque desde hacía tiempo había sido instruido en la vida religiosa, con un aprendizaje que había comenzado como un niño muy joven en casa y, aún más, porque conocía y había experimentado los peligros de una vida de apostolado en medio de los pueblos bárbaros, Bonifacio entendió y se convenció a sí mismo de que no podría cosechar ningún fruto duradero sino con el consentimiento y la aprobación de la Sede Apostólica, es decir, con su mandato misionero expreso.

Por lo tanto, después de haber rechazado la honorable dignidad de abad, de haber superado la resistencia y las lágrimas de los religiosos y, después de despedirse de los hermanos, marcho por grandes extensiones de tierra y rutas marítimas desconocidas y llegó felizmente a la sede del apóstol Pedro[a]. Aquí habló con Gregorio II, venerable Papa de la Sede Apostólica, «le contó la historia del viaje y el motivo de su venida, y le manifestó el deseo ardiente que lo había estado oprimiendo durante mucho tiempo». «El santo Papa, con una cara sonriente y alegría en los ojos, dio la bienvenida»" a ese hombre santo, y no solo conversó con él una vez, sino que «también después tuvo una relación asidua con conversación diaria con él»[2]; finalmente le confió con palabras solemnes y también con cartas oficiales la tarea de predicar el Evangelio entre todos los pueblos de Alemania.


Notas

  1. En el original latino se lee: "limina B. Petri apostoli", prefigurando así las "visita ad limina" que los obispos deben realizar periódicamente a Roma

Referencias

  1. Coloss., III, 11.
  2. Vita S. Bonifacii, por Willibaldo, c. V, 13-14.