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Página:In hac tanta.pdf/4

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Acta Apostolicae Sedis - Comentario Oficial

En realidad, con estas letras[1] el Pontífice ilustra en qué consiste el mandato «de la Sede Apostólica», es decir, «del Pontífice Apostólico», de una manera mucho más clara que los escritores de la época. De hecho, se expresa con palabras tan serias y con tanta autoridad, que sería difícil encontrar otras más significativas, y dice: «El propósito que nos has manifestado nos muestra tu ardiente amor por Cristo, así como tu límpida claridad y probadísima fe, Nos exige -dijo- que te utilicemos como colaborador para la propagación de la palabra divina, cuyo cuidado nos compete por la gracia de Dios». Finalmente, después de haber alabado la cultura, disposición e intenciones de Bonifacio, de haber recordado la autoridad suprema de la Sede Apostólica que el propio Bonifacio había invocado, el Pontífice concluye como un precepto solemne: «por lo tanto, en nombre de la Trinidad indivisible, por la autoridad indiscutible del Beato Pedro, príncipe de los Apóstoles, cuyo magisterio doctrinal ejercemos, y de quien ocupamos el lugar en la Santa Sede, reconocemos la pureza de tu fe y orden, por la gracia de Dios [...] que puedas ver pronto, con la ayuda de Dios, entre las personas que están presas del error, y que enseñes con palabras de verdad la función del reino de Dios en el nombre de Cristo, nuestro Señor». Finalmente, le recuerda que siempre siga en la administración de los sacramentos a los iniciados «a la fórmula oficial de la Santa Sede Apostólica» y que recurra al Romano Pontífice si se da cuenta de que se encuentra en dificultades.

Ahora, de esta admirable carta que no entendería cuánta benevolencia y cuán cariñosa veneración hacia Bonifacio, y cuánto interés y cuánta preocupación paterna tenía el Santo Pontífice por todos los pueblos de Alemania, a quienes estaba destinado un predicador del Evangelio tan piadoso y tan querido.

La conciencia de su mandato, combinado con el amor por Cristo, que continuamente urgía a este apóstol, lo consoló si se sentía desanimado, lo levantó si estaba abatido, restauró su confianza en su sagrada misión cuando dudó de su propia fuerza. Esto fue inmediatamente evidente en su primera llegada a Frisia y Turingia cuando, si seguimos a un cronista de la época,


Referencias

  1. Ep. Exigit manifestado, entre Bonif. ep. XII (al. II).