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EGRINACIONES 117

comenzaron á parecerme tristes. Buscaba en ellos la radiante alegría de Otro tiempo, sin pensar que la habia dejado, como el toison de los rebaños, en las zarzas del camino.

Por vez primera en mi vida, ví venir el tédio, esa estraña dolencia, mezcla confusa de tristeza, enfado y desaliento; de hastío de sí propio y de los otros, dolencia mortal para las almas entusiastas. Mi salud comenzó á sentir la influencia de aquel estado moral y decaía visiblemente.

Seducida por los encantos de la patria, habia olvidado las nómades prescripciones del jóven tísico; pero la tos vino luego á recordármelas con su fúnebre tañido.

Como en Lima—Huyamos—díjeme—busquemos otros aires, y sobretodo, horizontes desconocidos, que no despierten ningun recuerdo.

Pero ay! al visitar mi bolsillo, encontrélo vacío : el contenido de la famosa alcancía habia desaparecido.

Era que, en medio á las alegrías del regreso, me eché á gastar como una princesa rusa; y con gran disgusto de Anselma, y á pesar de sus sermones, mi exíguo tesoro habia ido á parar en manos de las antiguas criadas de casa, de las pobres de mi abuela, y de los vendedores de patai, de quirucillas y lachihuanas.

Qué hacer?—me preguntaba yo, sin poder