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PEREGRINACIONES 119

y el pasado, placía al estado de mi alma : pareciame un abismo que iba á separarme de mis penas.

Dí á mis conductores la lista de los objetos necesarios para el viaje ; y ellos lo arreglaron todo en menos de doce horas.

Debíamos marchar al amanecer del siguiente dia ; y yo aguardaba esa hora para instruir á mis tias de mi resolucion. Anselma lo sabia; pero convencida de que aquel viaje era necesario á mi salud, y no pudiendo seguirme, no tan solo por sus años, sino por la falta que haria á mis tias, reducíase á llorar en silencio. Elalma de la pobre negra era toda abnegacion.

Preocupada con la idea del dolor que mi ausencia iba ú derramar en aquella casa donde poco antes trajera la alegría, dormíme esa noche con un sueño triste y poblado de pesadillas. Escuchaba gritos, llantos, rumores de armas y de instrumentos bélicos que me despertaron.

Salté de la cama y corrí á abrir una ventana para disipar mis terrores. Pero el espectáculo que se ofreció á mi primera mirada, me hizo creer que mi sueño continuaba todavia.

Laura se interrumpió de pronto ; y dirigiendo una mirada al espacio tenebroso que se estendía bajo las enramadas del jardin al otro lado de la ventana :

—Ah!—exclamó—la noche está muy oscura para