PEREGRINACIONES 137
lastimero que arrancó lígrimas á los ojos de mis acompañantes.
—Ah! qué lástima—exclamó uno de ellos —cantar tan bien y en lengua!
—Un gemido puede espresar todo linage de penas.
—Sí, pero yo deseára saber si esa pena es del linage de la mia.
—Pues bien, hé aquí cómo un gran poeta argentino confía la suya á las ondas del Plata.
Y canté—« Una lágrima de amor».
Ellos tambien cantaron, ambos con magnífica voz, el uno «La Calandria »; el otro, la doliente endecha de Giiemes—+ Dónde estás astro del cielo ».
Nuestros cantos, mezclándose al coro melodioso de las aves, al susurro de la fronda, ú las ondas de perfume que la brisa traía de los floridos campos, formaban un concierto de delicias que arrobó mis sentidos y elevó mi alma á Dios. Arrebatada de un santo entusiasmo, y bañados en lágrimas los ojos, entoné el himno de los tres profetas :
—« Inmenso universo, obra del Señor:
Alabad al Señor! »
Mis compañeros se descubrieron, y con la cabeza inclinada, cruzados los brazos sobre el pecho, escucharon con silencioso recogimiento.