PEREGRINACIONES 149
—Tal fuera mi suerte, si antes que despertara el corazon, no me hubiesen arrancado al suelo de la patria. Unida á uno de sus hijos con el triple vínculo de las ideas, las costumbres y el amor, mis dias habrian corrido tranquilos como ese arroyuelo que susurra entre la grama.
Y volviendo una mirada al tormentoso pasado, mi labio murmuraba la doliente exclamación de Atala—felices los que no vieron nunca el humo de
Mn
El desheredado
Un ginete que sentó su caballo al lado mio desvió el curso de aquellas amargas reflexiones.
Era un hombre al parecer de treinta años, de estatura elevada y fuerte musculatura. Ll color bronceado de su rostro contrastaba de un modo estraño con sus ojos azules y el blondo ardiente de sus rizados cabellos.
Saludóme con una triste sonrisa; y como en ese momento llegáramos al parage en que la cruz y la rama de tala señalaban la tumba del fugitivo, detúveme para elevar por él á Dios una plegaria.
—Ah! señora—exclamó el incógnito, viéndome