150 PANORAMAS DE LA VIDA
enjugar una lágrima — dad algo de esa tierna sensibilidad para aquella otra sepultura sin cruz ni sufragio en la que yace olvidada una infeliz muger víctima del amor maternal.
Y su mano tendida hácia el barranco de Carnaseras, me mostró un montículo de tierra en el fondo de la honda sima al lado del camino.
—Oh! Dios! ¿Un asesinato?
—No: una desgracia . . . . Además, ello ocurrió hace muchos años, y . . . . lo que pasa sé olvida.
Sonrió con amargo sarcasmo, y haciéndonos un saludo, desvióse del camino y echó pié á tierra, quitó el freno á su caballo y se puso á hacerlo beber en un charco.
—Ese hombre va á bajar al zanjon, dijo uno de mis compañeros.
—¿En qué lo conoces?—preguntó el otro.
—No ves que lleva al agua el caballo á esta hora ? Claro es que quiere engañarnos.
En ese momento encontrando la bifurcacion del camino que se divide en los dos ramales de las Cuestas y del Pasage, tomamos el primero, y perdimos de vista al desconocido caminante.
La ruta que llevábamos, llamada de las Cuestas, estiéndese encajonada entre cerros de aspecto agreste y pintoresco. Raudales de límpida corriente descienden de sus laderas y riegan cañadas cubiertas