PEREGRINACIONES 457
la claraboya practicada siempre en la testera de los carros.
Y pasaron las horas, y la desdichada creíase ya libre, y lloraba de gozo sobre la frente de su hijo, que dormia, pegada la boca á su seno.
Pero la tropa llega al desfiladero de Carnaceras, ese paso estrecho que corre entre una barranca y un despeñadero.
La tropa lo pasó sin dificultad; pero uno de los bueyes que conducian la última, aquella en que iba oculta la esclava, aguijoneado con demasiada viveza por el conductor, cejó de un lado, arrastró consigo á los otros, y precipitó la carreta en el fondo del barranco.
—Dios mio, Señor—exclamé llorando—y los
—La madre, sintiendo caer sobre ellos todo el cargamento de la carreta, en la esperanza de salvar ú su hijo, lo arrojó por la claraboya, y ella pereció bajo el peso de veinte grandes cajas llenas de efectos, que amontonándose sobre su cuerpo, lo mutilaron.
—Y el pobrecito niño?
—Cayó sobre el camino sin hacerse gran daño. El capataz, dolido de su orfandad llevólo consigo despues que hubo enterrado á la madre cerca del sitio de la catástrofe.