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178 PANORAMAS DE LA VIDA

ardientes arenas de esta playa han secado nuestra pesca; los gamos han dejado en nuestras manos su piel suavísima; las abejas su miel, las palmeras su fruto. Qué nos detiene ya en estos parajes que muy luego visitará la peste? Huyamos! Nuestras selvas nos aguardan con sus saludables sombras y sus embalsamadas auras.

Uladina fijó en su esposo una intensa mirada. Toda su alma parecia suspensa de sus lábios.

El cacique abrió perezosamente los ojos, y sonriendo con desprecio—¿Desde cuándo—dijo— los guerreros mocobies tienen miedo á las dolencias de) cuerpo? Dejemos á las mugeres ese vergonzoso temor: son débiles, y el dolor las espanta...

Mas si quereis partir, si ya nada os detiene en estas playas, id á preparar á la tribu para marchar mañana con las primeras luces del alba.

Y ahora, retiraos. (Que se apaguen los fuegos, y que el campo entre en reposo.

Los guerreros batieron las manos en señal de gozo, y fueron á comunicar á la tribu tan fausta nueva.

El cacique volvió á su meditabunda actitud.

De vez en cuando, una sonrisa de misterioso deleite vagaba en sus lábios.

Uladina, silenciosa y sombría, recostóse en una