PEREGRINACIONES 211
árbol; y mezclándolo con tierra, amasaba entre mis manos una pasta.
Cuando estuvo esta bien consistente, alcéme de la estera donde estaba sentada al lado del mendigo, y fingiendo dar una última ojeada al jardin, acerquéme ú la puerta y procurando ocultarlo á la mirada de aquel, imprimí la cerradura en mi pasta de tierra, que reprodujo perfectamente su forma.
Contentísima con aquel triunfo que aseguraba la libertad á la pobre cautiva, dí una moneda al negro, y me alejé ofreciéndole volver y traerle tabaco y aguardiente.
Aquella noche híceme acompañar por Francisca al taller de un cerrajero, y mandé forjar la llave que debia dar libertad á la jóven paraguaya.
Al siguiente dia, provista de una botella de aguardiente, una libra de tabaco, y en el bolsillo un paquetito conteniendo lima y llave, salia yo de la casa de huéspedes en direccion al aislado palacio.
Al atravesar el vestíbulo, el amo de la casa vino hácia mi para anunciarme que el vapor zarpaba aquella noche, y que era necesario embarcarse al oscurecer.
Apesar de que aquel aviso colmaba mi deseo, contrarióme sin embargo, á causa de la desventurada á quien debia libertar esa noche, y que sin mí,