212 PANORAMAS DE LA VIDA
se encontraba sola y sin amparo en un país desconocido.
Agitada por estos tristes pensamientos, llegué á la puerta del parque.
El negro recibió gozoso mis presentes; y les hizo grande honor.
Mientras él empinaba su botella, acerquéme á la puerta y probéla llave, que abrió inmediatamente la cerradura.
El sol iba á ponerse, cuando yo, ocultándome entre las enramadas de jazmines, llegué al pié de la ventana donde suponia que la cautiva me esperaba anhelante.
La ventana estaba cerrada, asi como todas las demás, en aquella ala del edificio.
Un presentimiento siniestro oprimió mi corazon.
Aguardé; aventuréme á llamar discretamente en los postigos.
El silencio solo respondió.
Suceda lo que Dios quiera !—díjeme; y dejando el paquetito que encerraba la lima y la llave, apresuréme á abandonar aquellos sitios y volver á la ciudad, pues comenzaba á oscurecer, y yo debia embarcarme luego.
Amigo mio—dije al negro—toma esta bolsa: contiene bastante oro para tí, y para que cumplas,