JUEZ Y VERDUGO 245
deleite, voy ¿desvanecerlo con elhumo dela pólvora.
Y descargó al aire su fusil, cuya detonacion repitió mil veces el eco de las montañas.
—Ha.! de los cazadores !—gritó á lo lejos una voz vibrante.
—Inés!—Mi hermana! —dijeron ambos viajeros, deteniéndose, á tiempo que en la cima de una de las ondulaciones del terreno aparecia una jóven. Esta, al divisarlos, envióles con el pañuelo un saludo, y bajó corriendo á su alcance.
Era alta y esbelta, vestia una polonesa negra con un sombrerito del mismo color, adornado de una larga pluma blanca de rizado estremo, que ondeaba al viento de la mañana; y llevaba en las manos una rama de salvia, y un nido de tórtola, en cuyo fondo piaban tristemente dos polluelos.
Era bella con la hermosura severa de aquel que la habia llamado hermana; mas, carecia de la espresion franca de este, y en sus negros ojos brillaba una chispa de irónica altanería que borraba del todo aquella semejanza.
—Soberbia como la mar y brava como una burrasca!—esclamó, viéndola acercarse, el de los cabellos negros.
—Ah !—murmuró el otro—¿ por qué no es dado añadir con el poeta: Pero buena y generosa como un ánjel!