JUEZ Y VERDUGO 269 á mi compañero—vengo á felicitaros, á tí y á Luis por el vals que esta bella señorita ha repartido con tanto donaire entre ambos.
En los ojos de este brilló una chispa de cólera.
—Esla della señorita, Inés, respondió, tomando mi mano entre las suyas, —es mi esposa : es tu hermana.
No sé cual de los tres se tornó mas pálido, al escuchar estas palabras; creo que fuí yo, que sentí afluir toda mi sangre al corazon, y me desmayé.
Al volver en mí, encontréme recostada en el hombro de mi padre, que hablaba con Enrique cual si fuera un antiguo conocimiento. En efecto, habian contraido amistad, viajando juntos.
Hemos dejado la fiesta y regresado á casa, no solos; por que Enrique, su hermana y Luis nos acompañan.
¡Qué dirás, querida mia, cuando lleguen á tí estas inesperadas nuevas! Ah! yo misma apenas doy crédito á lo que siento. Ayer no habia otra imágen que la tuya en mi corazon, otro afecto que el que nos une. Hoy, ah! perdóname! hoy tu imágen palidece en la irradiacion de otra imágen, y tu amor se ha fundido al fuego de otro amor!
¿Es completa mi felicidad ? No: Luis está triste, y esta bella Inés tiene algo contra mí en el corazon, algo amargo que yo siento en sus sonrisas, en