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36 PANORAMAS, DE LA VIDA

Absorta en mis reflexiones, no advertia que el verde oasis donde estaban fijos mis ojos se alejaba cada vez mas, oscureciéndose con las brumas indecisas de la distancia.

Un rumor confuso de lamentos, imprecaciones y gritos de angustia desvaneció mi preocupacion.

Era la voz del mareo.

A quien no conoce los crueles trances de esa enfermedad tan comun y tan estrañía, no habria palabras con que pintarle el cuadro que entonces se ofreció á mi vista. Diríase que todos los pasageros estaban envenenados. La imágen de la muerte estaba impresa en todos los semblantes; y las ruidosas náuseas simulaban bascas de agonía.

Impresionada por los horribles sufrimientos que presenciaba, no pensé en mí misma; y solo despues de algunas horas noté que entre tantos mareados, únicamente yo estaba en pié.

Qué causa misteriosa me habia preservado ?

Dándome á pensar en ello, recordé que de todos los remedios ordenados para mí por el médico, solo usé con perseverancia de una fuerte infusion de cascarilla.

Parecíame increible lo mismo que estaba sintiendo y pasé largas horas de afanosa espectativa, temiendo ver llegar los primeros síntomas de aquel mortal malestar. Pero cuando me hube convencido de que