PEREGRINACIONES 65
Enrique se habia acercado á ella, y caminaba á su lado.
El doctor Mendieta venia el último, silencioso tambien; pero su meditacion era de distinto linaje. Cerníase en las serenas regiones de la ciencia; y si bajaba á la tierra, era para buscar en el acre perfume de la fronda el olor de las plantas cuyas maravillosas propiedades conocía.
Así pasaron las horas; horas que no contamos, absorbidos en honda preocupacion.
De repente comenzó á clarear el ramaje; y el espléndido cielo de aquellas regiones apareció tachonado de estrellas.
Habíamos entrado en un terreno que descendía en suave declive, flanqueado por setas de rosales que cercaban innumerables vergeles. El suelo estaba cubierto de yerbas y menudas florecillas cuyo aroma subia á nosotros en el aura tibia de la noche. Una multitud de luciérnagas cruzaban el aire, cual meteoros errantes; los grillos, las cigarras y las langostas verdes chillaban entre los gramadales; los quirquinchos, las viscachas, las iguanas y los zorros atravesaban el camino enredándose en los piés de nuestros caballos; y á lo lejos, las vacas mugian en torno á los corrales al reclamo de sus crias.
En aquella naturaleza exuberante, la savia de la 5